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~19 de septiembre del 2000~ Nacía un ángel. PRIMERA PARTE.

Actualizado: 23 jul 2023

Irse de vacaciones es tratar de descansar, desconectar, de disfrutar un poco de lo que nos ofrece la vida y sonreír a pesar de las circunstancias.

Por esa razón, después de meditarlo un poco, accedí a viajar a Salvador de Bahía —previa escala de unos días en Argentina—, para festejar 30 años de egresadas de la Universidad de Odontología. Somos un grupo de once amigas, aunque solo nueve pudimos concretar este sueño de compartir unos días juntas.

Después de tanto tiempo y de tantas vivencias a lo largo del tiempo —muchas felices y algunas muy tristes—, el grupo viajaba completo en el corazón de cada una, pero con un polizonte que no iba a tardar en dar señales de vida… ¡una vez más!





Pero empecemos por el principio…


Después de varias idas y venidas por una cancelación del vuelo que tenía que tomar el 12 de agosto, finalmente al día siguiente, en la escala previa en Madrid, pude embarcar por la puerta 19. Tan solo llegar a la fila, escuché que el chico que estaba adelante mío le comentaba a la persona con la que hablaba, que a él le encantaban las motos, pero que había tenido un accidente muy grave.


Ver ese número e inmediatamente escuchar esas palabras, me devolvieron la paz que mi mal humor había logrado arrebatarme por todos los inconvenientes vividos en las horas previas —que no fueron solo estos, ni tampoco fueron pocos—. Tuve la grata sensación de que, ver ese número y escuchar el comentario unos segundos después, no había sido producto de la casualidad.


Finalmente llegué a mi ciudad, Santa Fe, 26 horas después de lo previsto, cansada y con cierto enfado por todo lo vivido gracias a los numerosos contratiempos que esta vez me jugaron una mala pasada. La confirmación, una vez más,  de que la Virgen se hace presente y acompaña mi andar, la recibí tan solo un día después, el 15 de agosto: Día de la Asunción de la Virgen María.


Estando en la casa de mi madre abrí un cajón de un armario en la habitación que alguna vez fue la mía. Me topé con un pequeño tubo de cartón que nunca había visto y que por esa razón llamó mi atención. En él estaba escrito el nombre de mi padre, por lo que ese detalle despertó aun más mi curiosidad. Lo abrí y encontré la bendición Apostólica del papa Juan Pablo II, +actualmente Santo+ para él y su familia.



Desplegué un segundo papel, que también se encontraba enrollado en el interior del tubo y la imagen de la Virgen que se puede ver a la izquierda hizo que la sorpresa fuera aún mayor: «Assunzione B.V. María». En la segunda y arriba a la derecha, se puede leer una fecha que confirma la primera gran Diosidencia: 15/08/1980. Un día igual al que se produjo esta curiosa coincidencia divina, pero 42 años atrás.

La segunda, es que el papa Juan Pablo II falleció un día 2 de abril. Un mismo día pero del año 2012, cuando yo tenía aún 42 años, a mí me internaban en un hospital psiquiátrico por afirmar que percibía muchas señales, entre otras cosas… También se iban a cumplir —solo tres meses después— 42 años de que desde el Vaticano se despachara tan especial bendición.

Dicha bendición apostólica, como bien pueden leer en la penúltima imagen, fue despachada por correo el 27/11/1980. Fecha que tampoco pude pasar por alto ya que ese el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la cual me consagré junto a dos amigas, Julieta y Matilde. Para ser exactos esa consagración fue el 27 de noviembre del año 2017. Muchos de ustedes saben que Matilde falleció dos días antes de que lo hiciera Iñaki, y las tres —la Virgen y mis dos amigas—, son parte no solo de mi historia personal, sino también del libro: «Iñaki, una luz en la oscuridad».




Como si todo esto fuera poco, antes de salir de mi casa en Girona, había agregado a mi colgante —que hasta ese día llevaba solo un ala—, un dije de la Virgen de la Medalla Milagrosa que mi madre me había enviado de regalo hace un tiempo atrás.


Iñaki y la Virgen en cualquiera de sus advocaciones, siempre me hacen recordar que me acompañan allí donde vaya, aunque en esta ocasión mi papá se sumó a la comitiva con la bendición apostólica de un papa —sin acento—, que ya lleva aureola.


Durante ese tiempo en mi ciudad, el nombre de Iñaki fue una constante en muchas de las conversaciones que mantuve con todo aquel con el que me encontraba. Hubo muchos detalles que me confirmaron de que Iñaki y los libros, son parte de mi misión en la tierra. Pero no me quiero ir por las ramas, por lo que seguiré intentando ir directamente a las Diosidencias que ahora mismo nos atañen.


Ya en el aeropuerto de Buenos Aires, dispuestas con mis amigas a comenzar a vivir unos días que presagiaban ser muy especiales, una vez más IÑK se hizo presente. Aunque existía un mínimo de posibilidades de que eso ocurriera, nos tocó embarcar por la puerta 19 y en clase Premium… algo por lo que no habíamos pagado. Pero las cosas poco probables son moneda corriente en mi vida desde que comenzara a creer, por lo que estar abierta a las sorpresas, parece que hace más fácil que las pueda percibir.


Al llegar de madrugada a Salvador de Bahia, tuvimos que hacer un largo trayecto en bus, desde el aeropuerto hasta el hotel. Nada más subir me topé con la Virgen de Fátima estampada en la mochila de otra pasajera, que parecía darnos la bienvenida o la bendición, en esta ciudad tan cálida como colorida.



¿Soy yo que encuentro a la Virgen por todos lados, o es Ella quién se hace visible de mil maneras diferentes, haciendo que sienta su compañía allí donde vaya? Otra vez se hizo cierto lo que repito muchas veces y que la realidad no me deja mentir, que es que donde está la Virgen de inmediato aparece Iñaki, o viceversa.


A pesar de que uno intente estar de buen humor, pasarla bien y disfrutar, en este caso, de unas vacaciones con amigas, los instantes de tristeza y añoranza son inevitables. Eso fue lo que me ocurrió una de esas tardes donde las nubes que veía en primera línea del mar, oscurecieron mi resquebrajado corazón.

Me había acercado hasta la orilla y unos instantes después, las lágrimas no se pudieron esconder por más tiempo. En un monólogo que surgió a borbotones sin poder reprimirlo, le dije a Iñaki que lo extrañaba demasiado, y que lo que más estaba necesitando era uno de esos fuertes abrazos que me solía dar sin que yo se los pidiera.

Como no quería que se me notara la tristeza al volver, me limpié las lágrimas y comencé a caminar por la orilla hacia la zona que pertenecía a nuestro hotel. Fue entonces cuando veo a una de mis amigas a lo lejos y me dirijo hacia ella sin desviarme del camino. Cuando ya nos encontrábamos muy cerca, se dio media vuelta hacia mí, da unos cuantos pasos y me abraza muy fuerte sin mediar ni una sola palabra. Ante tan inesperado gesto, le dije con voz temblorosa por la emoción:

—Parece mentira, pero recién le dije a Iñaki que extrañaba sus abrazos, que estaba necesitando uno de los que siempre me daba, y dos minutos más tarde vos me estás dando un abrazo parecido a los suyos…

—¿Sabes una cosa? Cuando te vi llegar, sentí la necesidad de dártelo. No me preguntes por qué, pero así lo sentí.


Andrea fue una de las primeras personas que sintió la presencia de Iñaki durante un sueño vívido, después de su fatal accidente. Experiencia que narro en el libro: «Iñaki, el ángel» en el capítulo que lleva por nombre: «Entre sueño y realidad con el ángel».

Todo sucedió mientras ella dormía en la habitación de su hijo, lugar donde él había pasado 24 horas recostado después de haber tenido un accidente en moto, antes de que se lo dijera a sus padres. Él también iba atrás y se fracturó el hueso temporal —que se encuentra en la cabeza— pero no lo supo hasta que sus padres lo llevaron al médico.

Ahora buscando el libro para transcribir de la manera más fidedigna esto que estoy contando, leí lo siguiente y el alma se me encogió sin remedio una vez más…

«De verdad, espero que esto no te moleste al contártelo, porque yo pensaba que por ahí suma, o por ahí resta. Ojalá sume y sume mucho. Amiga mía tengo ganas de darte un abrazo».

Es obvio que entonces al contarme su sueño sumó, y sumó mucho… pero lo que más me conmueve ahora mismo, es que en ese párrafo ella siente y escribe que tenía ganas de darme un abrazo, que si bien ya nos habíamos dado muchos, este tan especial estaba predestinado a que me lo diera en esa playa cuando el recuerdo de mi hijo me sacudió con tanta tristeza.


Pero esta historia no termina ahí…

Llegó el último día y tuvimos que hacer el trayecto en bus, esta vez para llegar al aeropuerto. Estaba despierta mientras casi todas dormían. En un nuevo diálogo interno con Iñaki, le pedí que en el transcurso del día me enviara una clara señal de su presencia. Las vacaciones terminaban y al llegar a España comenzaría una nueva etapa, sin ninguna meta clara a corto plazo, por lo que la incertidumbre me volvió a merodear.

Ya me encontraba sentada, esperando a que la gente terminara de embarcar, cuando pude ver que una mujer joven muy alta, bonita y voluptuosa, caminaba por el pasillo del avión acercándose a la zona donde yo me encontraba. Llevaba un ramo de rosas rojas en sus manos y estaban envueltas en un papel de celofán donde se leía la palabra AMOR. Se detuvo justo a mi lado y me pidió permiso para sentarse en la butaca ubicada al lado de la ventana. Nunca hasta ese día había visto a alguien en un avión con un ramo de flores, pero eso no fue lo que más me llamó la atención…




El detalle imposible de no ver, fue que iba vestida con chaqueta y pantalón de un mismo color: rosa chicle…

El color rosa, como ya muchos saben, es un color que en la primera etapa de mi conversión lo asociaba sin más, a la Virgen. Luego del accidente de Iñaki, también lo comencé a conectar con él por la foto en la que lleva una sudadera de ese color, y que tantas señales me fue regalando de una u otra manera a través de ella. Con las rosas, flores que nunca jamás me gustaron, ocurrió algo parecido…

Color y flor hicieron acto de presencia en un mismo momento y en un lugar muy especial.

Al rato de haberse iniciado el vuelo, ella mirando mi móvil, señala la foto que tengo como fondo de pantalla de inicio y comenta:

—¡Qué bonita imagen!

Se refería a esta fotografía, que al momento en que me la sacara mi hija Sol, extendí los brazos hacia el cielo como queriendo recibir un abrazo de Iñaki, y que se parece de algún modo a la está al inicio de este relato.

Fue muy raro que ella comentara algo sobre una foto en mi móvil, teniendo en cuenta que al menos yo no me atrevería a hacer lo mismo con el de un desconocido. Pero no me molestó, le agradecí sus palabras, y al cabo de unos minutos, sacó de su bolso un par de llaveros. Me entregó uno de ellos, y el otro se lo regaló a mi amiga Victoria que venía sentada detrás mío. Todo fue muy extraño e inesperado.



Después me di cuenta que en ese llavero con forma de velero, venía con dos mensajes que solo yo sería capaz de descifrar.

El primero fue que al día siguiente de mi conversión, viví en una tienda del pueblo donde vivíamos, una escena digna de una película. Lo que sentí entonces lo narro en el libro: «Diosidencias hacia la luz», en el capítulo «Una mirada sensible». En pocas palabras podría decir que a partir de ese día fui consciente de que los ángeles tratan de comunicarse con nosotros de las formas más impensadas que nuestra limitada mente humana pudiera llegar a imaginar. Además, en esa pequeña tienda compré entre otras cosas, un par de ángeles, un velero de latón cuyo nombre es «happy», y un corazón con dos alas.



Aquel día me gustaron y por eso me los llevé a casa, pero luego con el tiempo, fui entendiendo que todo lo vivido tuvo su razón de ser.


El segundo mensaje que siento que Iñaki me quiere transmitir es que aunque a veces sea difícil, intente encontrarle los colores a la vida, porque si soy sincera hay días en que veo la vida en monocromo… ¡como el llavero de Victoria!

Habrá que seguir navegando, ya que me ha vuelto ha quedar muy claro que Iñaki me acompaña, me guía y me custodia siempre y en cualquier lugar donde esté. Estas situaciones que viví durante los vuelos, en el cielo y cerca del nuevo hogar de Iñaki, dejó a la vista un par de alas grandes y ruidosas. Fui consciente de que todo estaba orquestado de una manera divina, cuando caigo en la cuenta de que la amiga que viajaba atrás mío —como quien custodia mis espaldas—, era Victoria. Ella es especial, una buscadora de herramientas para tratar de estar mejor, y como yo, vivió un gran cambio en su vida que hizo que su pequeño mundo quedara patas arriba. Victoria es parte también del último libro: «Iñaki, una luz en la oscuridad» y su testimonio esta relacionado con un colibrí…

Muchas son las leyendas sobre esta hermosa ave, pero la más popular es aquella que dice que los colibríes nos quieren hacer saber que nuestros seres queridos que se adelantaron en la partida están bien. No tengo ninguna duda de que mi hijo lo está, y así me lo quiere hacer saber de mil maneras diferentes.

Una última curiosidad… Victoria, al igual que Iñaki, nació un mismo día: el 19 de septiembre. Nada que agregar. ¡Todo conecta!


Feliz cumple hijo, gracias por lo que nos diste en vida y gracias por seguir haciendo que de tu vida eterna un regalo para muchos de nosotros.


¡Feliz cumple Vicky para vos también!


PD: Termino aquí dejándoles un video de este viernes, cuando volaba a Oviedo a una boda. Pudimos despegar tras 45 minutos de retraso por un problema en el motor y en medio de una tormenta eléctrica. A ver si agudizando la vista pueden observar en el ala, también arriba y a la derecha, lo mismo que percibo yo… ¡ un corazón y dos veleros!




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