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~en la vida todo son señales~

Actualizado: 25 feb

Hace pocas semanas iba de camino a un nuevo lugar de trabajo. Una amiga colega que ya trabaja allí desde hace algunos años, siempre me comentaba de esa clínica: «es como trabajar en un pedacito de cielo». Por lo que en el momento en que me hicieron el ofrecimiento para colaborar un día a la semana, no lo dudé ni siquiera un minuto, ya que recordé de inmediato aquellas palabras de mi amiga que produjeron en mí un efecto positivo y de certeza absoluta a la hora de aceptar esta nueva oferta laboral.

También estaba el hecho de que no era un lugar cualquiera, es en la ciudad donde Iñaki vivió un tiempo antes de que partiera de este mundo. Precisamente por esa nostálgica razón, cuando viajaba hacia allí en el tren, le pedí que me enviara una clara señal de que había hecho bien aceptando este trabajo y de que todo es parte del plan divino.


Iba siguiendo las indicaciones por Google Maps, cuando faltando escasos metros para llegar a mi nuevo lugar de trabajo, me topo de frente con la fachada de esta óptica.



Estos «angelitos pacientes» como los llamo yo desde hace años, son muy especiales para mí. En el libro: «Diosidencias hacia la luz» cuento como esta icónica pintura fue en varias ocasiones  protagonista indiscutida en mi proceso de conversión. Si bien hablo de estos angelitos en reiteradas ocasiones, buscando la página del libro vuelvo a leer con gran emoción lo que en aquel momento había vivido. Mi existencia y mi percepción de las cosas había cambiado radicalmente tan solo el día anterior a lo narrado en estas páginas. Lo que me dijera aquella vendedora sigue siendo real y evidente once años después y es así como puedo seguir afirmando con muchas certezas de que creer en Dios, en los ángeles y en toda la corte celestial, no es una locura, sino un privilegio.


Con la misma o mayor convicción aún, sigo hasta hoy. Los angelitos de la fachada de la óptica no están para nada cortos de vista, y me recordarán al pasar por allí cada día miércoles que vaya a Figueres, que tengo más de un angelito que vela por mí. Esta óptica está a sólo 100 metros de este nuevo lugar de trabajo, ya que se encuentra exactamente en la siguiente esquina y del mismo lado de la vereda.


Hubo varios sucesos que durante el día me confirmaron que ver esos angelitos no había sido una mera coincidencia, siendo una la que especialmente me tocó el corazón.

El tercer o cuarto paciente que atendí tenía dos dientes partidos. Le pregunté que le había pasado y me contestó:

—Tuve un accidente.

Viendo que era un chico joven de unos veinte años, mi sexto sentido hizo que indagara un poco más:

—¿Qué te ocurrió?

—Tuve un accidente con mi moto y cuando me caí se me salió el casco.


Un nudo en la garganta y un esfuerzo sobrehumano por mantener la compostura y no llorar… En menos de un par de horas, la presencia fuerte de Iñaki se hizo una vez más, muy palpable.

Mi ángel guía llamado IÑK nunca tuvo problemas en la vista y solo requiere mover a mi alrededor sus alas para hacerme saber que me acompaña en todo momento y en todo lugar. Fueron precisamente unas alas y una rosa lo que me terminaron de confirmar su divino acompañamiento.


Mi asistente es una chica también muy joven, de diecinueve años con la que conectamos muy bien desde un primer momento.

Charlando un poco de todo, fue que me comentó que tenía una conexión muy fuerte con uno de sus abuelos ya fallecido, cosa que hizo que recordara de manera instantánea al mío, por el cual yo también tenía una especial devoción.


Quien me conoce sabe muy bien que los tatuajes no son de mi gusto, pero sin embargo hay veces que no puedo evitar emocionarme al ver algunos, sobre todo cuando conectan de alguna manera con mi historia de vida.


Mi asistente tiene varios, pero los que sin dudas no pudieron dejarme indiferente son los siguientes, ya que en el libro:«Iñaki, el ángel», compartí dos muy similares.



El de esta primera imagen lo tiene hecho en la parte baja del cuello. Unas alas con una letra, que si bien es una J—que lo sé porque me lo ha dicho ella—, también podría interpretarse sin mucho esfuerzo como una I. Pero no, es una J como la de Jesús...



La rosa que tiene tatuada en su brazo, me hizo acordar de manera instantánea a la que tiene mi hija Sol en su pierna. También fue en el libro: «Diosidencias hacia la luz», donde en reiteradas ocasiones hablo de la rosa y su relación casi inmediata que hago al ver una, con la Virgen María, y después del accidente, también con mi hijo Iñaki.




Como guinda del pastel también tiene grabada una letra A por su padre. No se llama Alfredo, pero que justo coincida con la del padre de mis hijos, entre las veintisiete que tiene el abecedario, tampoco parece ser una mera coincidencia.


Su padre se llama Alex cuyo significado es:


~El defensor, el protector o el salvador del varón~.


Otro dato que conecta con Iñaki y los tres libros que escribiera contando infinidad de emocionantes Diosidencias, es que también, a escasos 150 metros de la clínica y de la óptica se encuentra la tienda de una mujer llamada ROSA que conocí unos meses después de la partida de Iñaki cuando viajábamos a LOURDES. La conocí más precisamente el día 23 de marzo de 2019, día en que se cumplían siete años de mi conversión. Ella no solo leyó mis tres libros sino que también los tuvo un tiempo a la venta en su tienda.


El 14 de febrero, día de San Valentín, me tocó viajar una vez más a Figueres. Por ser el ángel con el cual se identifica el amor, no me pareció descabellado pedirle a Iñaki en un día tan significativo, una señal que me hiciera sentir su amor desde el otro lado...

Pasó el día sin pena ni gloria. En verdad, con el cansancio de la jornada me había olvidado del pedido que le había hecho. Sin embargo me demostró, no solo que sigue teniendo muy buena vista, sino también que no está sordo, solo que él tiene sus tiempos, tal como los tenía cuando vivía de este lado del horizonte. Me llegó un rato antes de llegar a casa. En la puerta del tren una chica me preguntó si el tren que estábamos a punto de subir paraba en Girona. Le contesté que sí, sin prestarle mayor atención.

Cuando ya estábamos por llegar, la misma chica se paró delante de mí. Imposible no asociar su vestimenta a la que Iñaki llevaba en aquella foto que él mismo colocó en la nevera del apartamento donde vivía con Sol, horas antes de salir por la puerta por última vez.







Según Google, el rosa:


Simboliza la amabilidad, lo positivo, sentimental, sensibilidad, cortesía, buena educación, infancia e inocencia. Según la psicología del color, el rosa es señal de esperanza, y que inspira calidez y sentimientos de comodidad. Además de proyectar buenos pensamientos de que todo estará bien. 5 oct 2017.


En el ámbito espiritual, el color rosa representa la energía del amor divino, la compasión y la armonía emocional. Se cree que este color tiene la capacidad de abrir el corazón y generar sentimientos de amor incondicional y paz interior.


Todo lo que generaba él. Lo sigue generando y seguramente así seguirá sucediendo, si Dios quiere...








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