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el ángel

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Actualizado: 23 jul 2023

Con mi hija Sol siempre tuvimos curiosidad por conocer Nueva York, por lo que en la última semana de este enero último, volamos hacia allí. Pero nunca somos los que estamos o los que vemos, siempre hay alguien más que viaja con nosotros sin pagar billete ni tampoco está obligado a pasar por la ventanilla de inmigraciones. Lleva muchas millas acumuladas volando gratis, logrando que nos sintamos acompañadas de una u otra manera, sea donde sea que nos encontremos. Como es fácil de imaginar estoy hablando de mi hijo Iñaki, el ángel que siempre de alguna manera u otra se las ingenia «divinamente» para revolotear a nuestro alrededor, a la vez que en todas las ocasiones hace lo posible y lo imposible para que lo podamos percibir.


Tal fue así, que a poco kilómetros de llegar al aeropuerto de la ciudad que nunca duerme, tuvimos la primera certeza de que nuestro ángel, «que nunca descansa», nos iba acompañar durante todo el viaje.



Estábamos llegando de noche por lo que me encontraba entretenida mirando por la ventanilla del avión las luces que se divisaban a lo lejos. Fue entonces cuando mi hija con cierta emoción en su voz me dijo:


—¡Mamá, no sabes lo que me acaba de pasar!


Estábamos a muchos metros de altura desde hacía unas cuantas horas y sentadas una al lado de la otra, por lo que en un principio estaba lejos de poder imaginar por qué lo decía. En el avión no teníamos internet, por lo que ella iba con sus auriculares puestos escuchando su música favorita —que obviamente no es la mía—. Su afirmación en ese contexto, llamó mi atención.

Entonces me dijo:

«Le pedí a Iñaki una señal de que todo va a ir bien y tan solo fue terminar de pedírselo que la canción que comencé a escuchar fue esta, una canción que el cantante le dedica a un hermano suyo que falleció».


No conocía ni al cantante ni tampoco la canción. Me pasó sus auriculares y estando nosotras tan cerquita del cielo no pude evitar que esas palabras, las suyas y la de la canción, me conmovieran profundamente.


Hace un tiempo ya. Pau Lobo.


«Hace un tiempo ya que tú te fuiste Tuve que aprender a no estar triste Hace un tiempo ya que tan solo queda el recuerdo Hace un tiempo que te hecho de menos Y ahora me toca avanzar Si soy como soy es porque tú antes fuiste Momentos de tonos colorados, momentos grises Si soy como soy es por todo lo que vivimos Tu nunca me dejaste de enseñar La vida no es ningún juego de niños, es difícil de aceptar Te cantaré siempre que te pueda cantar Te lloraré si necesito llorar Te doy las gracias y con esto me despido Que ahora ya puedo pensar en ti y al momento sonreír Esto es nuevo para mí, medio raro de sentir Poco a poco a fuego lento va pasando el tiempo Y aunque cada día te hecho de menos... Te cantaré siempre que te pueda cantar Te lloraré si necesito llorar Te doy las gracias y con esto me despido Que ahora ya puedo pensar en ti y al momento sonreír Esto es nuevo para mí, medio raro Ahora ya puedo pensar en ti y sonreír, y hablar de ti Y esto es nuevo para mí, medio raro de sentir Llevo mucho tiempo estando triste y ahora puedo sonreír.


Ahora mismo buscando la letra para poder compartírselas, pude saber que la canción fue subida tan solo cinco días antes de la partida de Iñaki y tres de la de mi amiga Matilde. Justo cuando comenzaba el que iba a ser el mes más triste, duro y doloroso de toda mi vida...



Esta canción no es el tipo de música que más escucha mi hija, por lo que ni ella ni yo pensamos que escuchar esa canción en ese momento y lugar fuera una mera casualidad del destino. Esta «Diosidencia» en tiempo y espacio tan especial, me hicieron estar segura que tendríamos más noticias de él en las próximas horas o días. Y aunque se hizo rogar un poco, así fue.


Todo sucedió el jueves 26 de enero, el día antes de volver a casa y al rato de levantarme. Al revisar mi móvil vi que tenía nuevas notificaciones de Facebook. Me dio cierta curiosidad ver cual era la publicación en la que yo había sido etiquetada y que esta amiga de la infancia había puesto: «me gusta»




La publicación en cuestión fue el 31 de agosto de 2020, unos tres meses después de que saliera la primera edición en Argentina de mi libro: «Camino hacia la luz», y que luego al entrar en la editorial Santidad, su nombre pasó a ser: «Diosidencias hacia la luz». Lo que ocurriría horas más tarde, iba a confirmar que cuando Dios obra, las coincidencias no existen.



En ese libro se incluye una manifestación, que tanto para Carolina como para mí, fue una clara señal de Iñaki que ocurrió el día en que yo cumplía 50 años. Acababa de llegar a Barcelona después de haber pasado una semana en Jerusalén.

Aquel viaje a Tierra Santa en abril del 2019 fue muy emocionante por muy claras «Diosidencias». Todas ellas fueron narradas en ese libro, como así también la que involucra a Carolina y a esas tres letras que al verlas, tanto a ella como a mí, evocaron el recuerdo instantáneo de mi hijo Iñaki.

Este es el mensaje que me envió por Messenger aquel 10 de abril.



Tal y como se puede leer en esta última foto: «WRITE YOUR STORY», es esa la intención de esta líneas, escribir mi historia que de manera inevitable, siempre me lleva a hablar del cielo.


Lo que viviríamos horas más tarde de ese mismo día, fue una certeza más entre otras ya incontables, de que él nos acompaña allí donde estemos.

Esta nuevas coincidencias con olor a cielo en la gran ciudad, en esa... que como mi hijo, ¡nunca descansa!, nos sorprendió cuando menos lo esperábamos.

Íbamos caminando cerca de nuestro hotel cuando en una pared veo un dibujo que no me resultó para nada indiferente. Me detuve para tomarle una fotografía al mismo tiempo que le dije a Sol que iba a mi lado:

—¡Un ángel!



Al buscar la imagen para poder compartirla en este relato, hice zoom a la altura de su mano derecha viendo que en sus manos sostiene un pequeño mundo donde se puede leer: «Just right» Lo que significa: «Solo bien».

Casualidad o no, justo donde estaría ubicado España y el resto de los países de Europa en ese globo terráqueo, se puede observar un rectángulo de color rosa. El color insigne de mi ángel desde aquel fatídico día 6 de octubre. Siempre hay algo que conecta con él, pero no sería ni lo primero ni lo último que nos haría pensar que Iñaki revoloteaba en esos instantes junto a nosotras, con nosotras y en nosotras.



Seguimos caminando unos muy poquitos metros más y mis ojos no dieron crédito a lo que veían. 



Tan solo unos cuantos pasos adelante llegó el remate final.



Fue inevitable no traer a mi memoria esas certezas que tuve en los primeros días después del accidente en que Iñaki partió físicamente de este mundo: «Que la Virgen lo había recibido y que desde entonces está con Ella». A lo largo de estos cuatro años y medio desde aquel día, fueron muchísimas las manifestaciones de que esto fue así, por lo que esta, también la sentí como una clara señal de que ni estuve ni estoy equivocada y mucho menos loca.

Fue entonces cuando le conté a Sol lo que había ocurrido por la mañana… Ese «me gusta» que mi amiga tecleó en la publicación de Carolina donde además de su comentario sobre el libro, cuenta la emoción que le produjo leer aquello que le había sucedido en Amsterdam en un hotel con un nombre, que al menos para nosotras, es bastante peculiar: «INK». Esto tenía toda la pinta y olor, de ser una nueva y muy clara DIOSIDENCIA.

Al volver por el mismo camino decidí grabar los pocos metros en las que estas tres evidencias dejaban al descubierto a un ángel travieso y reincidente que siempre busca una forma original de hacerse presente.



«Él te cuida al salir y al regresar desde ahora y para siempre».

Salmo 121:8»


Dios nos cuida y los ángeles nos lo hacen saber... ¡si estamos atentos!

Pocas horas después, más precisamente a la hora del desayuno de nuestro último día en NY, supimos también que ese acompañamiento es cuerpo a cuerpo, porque cada vez es más  fácil percibir el roce de sus alas.


Estábamos en una cafetería. Sol me acercó a la mesa el capuchino que había pedido minutos antes en el mostrador. Al dármelo me dirigió una mirada cómplice que en ese instante no supe interpretar.

En mi café vi que había un dibujo sobre la espuma. Entonces mis ojos apreciaron una simple hoja… Fue al terminarlo que por una alguna extraña razón miré en el interior del vaso. Había tomado todo mi café pero sin embargo el dibujo permaneció allí, intacto. En pocos minutos mi percepción había cambiado porque sorprendida le dije a mi hija:

—Mirá Sol… ¡Un ala!

A lo que ella me responde:

—Sí, cuando me lo dieron la vi y pensé que vos la habías visto también.



A veces estamos entre-dormidos. A veces nosotros solos no podemos ver lo que es evidente. En ocasiones necesitamos sutiles ayuda memorias para recordarnos que podemos disfrutar de las pequeñas cosas pero sin perder de vista lo importante.


«Todo lo que necesito hoy

es un poco de café y mucho de Jesús».



Este cartel estaba colgado en el bar que se encontraba en el hall de nuestro hotel. Estábamos haciendo el check-out y fue entonces cuando reparé en él…


¿Ya estás despierto o necesitas un poco más de café?

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Si has llegado hasta aquí pero no has leído la entrada al blog: ~19 de septiembre del 2000. Nacía un ángel~, o quieres volver a refrescarla en tu memoria, te invito a que hagas click en el siguiente botón:


Una vez lo hayas hecho podrás entender la conexión que existe entre la parte final de aquella y la que leerás a continuación. Tu sorpresa al terminar estas líneas serán como un regalo que Iñaki te ha querido hacer en estos días para hacerte creer, o bien afianzar tu creencia, de que la magia de la navidad es real. Si aún sigues un poco incrédulo ante esta afirmación, continúa leyendo y verás.


El pasado día 6 de diciembre cuando se cumplían cincuenta meses de la muerte física de mi hijo, compartí en Instagram un video en el perfil del libro: «Iñaki, el ángel». Lo que escribí al pie fue: «Tu espíritu sigue vivo en nosotros...»




El sábado 10, mientras estaba preparando todo para una previa navideña que íbamos hacer en familia, recibí tres mensajes de mi amiga Bárbara que no leí hasta varias horas más tarde. Bárbara es italiana y si bien nos conocimos mientras ella vivía en Barcelona, actualmente reside en Roma. Con ella hice el camino de Santiago, un camino que desde siempre estuvo pensado para hacerlo junto a mi hijo Iñaki. Es quien se la ve caminando en medio de la arboleda en la portada de mi libro: «Diosidencias hacia la luz». Algo que también nos une de una manera sutil es que perdió hace muchos años a su novio en un accidente de moto.

Leer sus mensajes fue para mí una nueva DIOSIDENCIA e hizo que se me encogiera sin poder evitarlo, el corazón, a la vez que aquello que me contaba me reafirmaba lo que creo a pie puntillas: que Iñaki está siempre conmigo pero que también está, desde aquel fátidico 6 de octubre junto a la gran MADRE...


Desde el mes de julio pasado que no intercambiábamos ningún mensaje con Bárbara, por lo que algo me llevó a mirar su foto de perfil.



Seguramente lo que primero les llamará la atención es la gran belleza de mi amiga, pero lo que en realidad alertó la mía, fue el velero que tiene entre sus manos y que de manera inevitable me llevó a recordar todo lo contado en la primera parte del relato: ~19 de septiembre de 2000. Nacía un ángel~.

Como si el velero que tiene entre sus manos fuera poco, al mismo tiempo ella parece encontrarse en un barco o embarcación similar a la hora de sacarse esta fotografía.


También fue el día 6 de diciembre cuando le pregunté a otra amiga que vive en mi ciudad natal, Santa Fe, como le había ido en el médico. Le habían tenido que realizar un par de biopsias y no quería dejar de preguntarle. Este fue el diálogo que intercambiamos...


En la imagen de la derecha se puede ver que el día domingo 11 volvimos a hablar después de que ella reaccionara a un estado de WhatsApp cuando publiqué, precisamente, una imagen de mi segundo libro: «Diosidencias hacia la luz». Para que ella creyera que ese comentario que yo había hecho al compartir la portada del libro era posible: «que la navidad es la mejor época del año para conectar con lo divino», le envié el enlace de la primera parte de este relato. Paso siguiente, le conté lo que había ocurrido el día anterior con mi amiga Bárbara.



Luego, en uno de mis audios le sugerí que le pidiera también a Iñaki para que intercediera por su salud, ya que después de todo lo vivido desde su partida, es posible que tenga ese poder para hacerlo. ¿Quién sabe, no?


Era domingo por la noche y me dispuse a mirar una película que a priori iba a ser para pasar el rato. «La mensajera de la Navidad». Fue entonces cuando me llegaron esos primeros mensajes de mi amiga Laura. Pero unos pocos minutos después, al retomarla donde había quedado, las palabras de la protagonista hicieron que prestara más atención a lo que estaba mirando...




¿Es muy llamativo que estuviera viendo esa película y no otra, verdad? Estas sincronicidades tan claras y sutiles que me suceden tan a menudo y que siempre tienen un común denominador: «la Virgen + Iñaki», dejan en evidencia que hay algo más allá de nuestro humilde entendimiento, que no podemos ver, pero que sí deberíamos todos creer en ello.


Y una vez más tenemos la certeza número veinte mil, de que el cielo y/o el universo conspiran para que en estas navidades yo sea la mensajera que les transmita que el espíritu navideño se debe mantener siempre vivo... a pesar de las circunstancias que a cada uno nos toque vivir.



La buena noticia le llegó, como bien le digo a ella, en el día de la Virgen de Guadalupe. Me sentí tentada de sugerirle que se acercara hasta la Basílica de Guadalupe que hay en mi ciudad para agradecerle a Ella en ese día tan especial, pero no lo hice. Sin embargo, Laura fue de «motu proprio» y así me lo hizo saber en el audio que me envió pasada la medianoche.



En el audio me comenta también, con mucha emoción y sorpresa en su voz, que en esa misa estaba presente una delegación del Liceo NAVAL... ¡Todos vestidos de blanco como si de ángeles se tratara!


Si a través de las películas percibo muchas señales, como han visto y leído en las distintas entradas del blog, la música es otro instrumento del cual se sirven mucho nuestros ángeles para recordarnos su etérea presencia. Fue así como unos días después, el pasado lunes 19 de diciembre, me dirigía hacia una clínica dental a llevar un libro de «Iñaki, el ángel» que me habían encargado por recomendación de una amiga. Iba con los auriculares puestos a la vez que iba mirando mi móvil ya que me guiaba por el GPS. Justo unos pasos antes de llegar me doy cuenta de que estaba escuchando una canción de PASSENGER ~pasajero~. Cantante que por muy emotivas canciones asocio a Iñaki desde el día después de que tuviera el accidente.

Más detalles en la entrada del blog: ~La magia de sus alas~.

Al mirar la pantalla, no daba crédito a lo que veían mis ojos...


Creo que no queda mucho por agregar. Él es guía en medio de mis oscuridades y tormentas, yo tan solo me dejo llevar, porque siempre me hace saber muy bien cual es el camino, ya sea en este o del otro lado del mar... A su vez me hace entender que en este viaje no estoy sola, tengo su ayuda y la de un ejército invisible con superpoderes, que me hacen sentir el espíritu navideño durante todo el año. Todos podríamos percibirlo así, solo si creemos en ello y en Ellos.

¿Todavía no crees en las señales? Tal vez sean estos buenos días para pedir alguna, ¿no?


PD: Gracias Laura y Bárbara por permitirme compartir estas vivencias que hacen estas navidades un poco más luminosa, al menos para mí. Mi intención es que si has leído hasta aquí, ilumine de algún modo la tuya.


¡FELIZ NAVIDAD!











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Irse de vacaciones es tratar de descansar, desconectar, de disfrutar un poco de lo que nos ofrece la vida y sonreír a pesar de las circunstancias.

Por esa razón, después de meditarlo un poco, accedí a viajar a Salvador de Bahía —previa escala de unos días en Argentina—, para festejar 30 años de egresadas de la Universidad de Odontología. Somos un grupo de once amigas, aunque solo nueve pudimos concretar este sueño de compartir unos días juntas.

Después de tanto tiempo y de tantas vivencias a lo largo del tiempo —muchas felices y algunas muy tristes—, el grupo viajaba completo en el corazón de cada una, pero con un polizonte que no iba a tardar en dar señales de vida… ¡una vez más!





Pero empecemos por el principio…


Después de varias idas y venidas por una cancelación del vuelo que tenía que tomar el 12 de agosto, finalmente al día siguiente, en la escala previa en Madrid, pude embarcar por la puerta 19. Tan solo llegar a la fila, escuché que el chico que estaba adelante mío le comentaba a la persona con la que hablaba, que a él le encantaban las motos, pero que había tenido un accidente muy grave.


Ver ese número e inmediatamente escuchar esas palabras, me devolvieron la paz que mi mal humor había logrado arrebatarme por todos los inconvenientes vividos en las horas previas —que no fueron solo estos, ni tampoco fueron pocos—. Tuve la grata sensación de que, ver ese número y escuchar el comentario unos segundos después, no había sido producto de la casualidad.


Finalmente llegué a mi ciudad, Santa Fe, 26 horas después de lo previsto, cansada y con cierto enfado por todo lo vivido gracias a los numerosos contratiempos que esta vez me jugaron una mala pasada. La confirmación, una vez más,  de que la Virgen se hace presente y acompaña mi andar, la recibí tan solo un día después, el 15 de agosto: Día de la Asunción de la Virgen María.


Estando en la casa de mi madre abrí un cajón de un armario en la habitación que alguna vez fue la mía. Me topé con un pequeño tubo de cartón que nunca había visto y que por esa razón llamó mi atención. En él estaba escrito el nombre de mi padre, por lo que ese detalle despertó aun más mi curiosidad. Lo abrí y encontré la bendición Apostólica del papa Juan Pablo II, +actualmente Santo+ para él y su familia.



Desplegué un segundo papel, que también se encontraba enrollado en el interior del tubo y la imagen de la Virgen que se puede ver a la izquierda hizo que la sorpresa fuera aún mayor: «Assunzione B.V. María». En la segunda y arriba a la derecha, se puede leer una fecha que confirma la primera gran Diosidencia: 15/08/1980. Un día igual al que se produjo esta curiosa coincidencia divina, pero 42 años atrás.

La segunda, es que el papa Juan Pablo II falleció un día 2 de abril. Un mismo día pero del año 2012, cuando yo tenía aún 42 años, a mí me internaban en un hospital psiquiátrico por afirmar que percibía muchas señales, entre otras cosas… También se iban a cumplir —solo tres meses después— 42 años de que desde el Vaticano se despachara tan especial bendición.

Dicha bendición apostólica, como bien pueden leer en la penúltima imagen, fue despachada por correo el 27/11/1980. Fecha que tampoco pude pasar por alto ya que ese el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la cual me consagré junto a dos amigas, Julieta y Matilde. Para ser exactos esa consagración fue el 27 de noviembre del año 2017. Muchos de ustedes saben que Matilde falleció dos días antes de que lo hiciera Iñaki, y las tres —la Virgen y mis dos amigas—, son parte no solo de mi historia personal, sino también del libro: «Iñaki, una luz en la oscuridad».




Como si todo esto fuera poco, antes de salir de mi casa en Girona, había agregado a mi colgante —que hasta ese día llevaba solo un ala—, un dije de la Virgen de la Medalla Milagrosa que mi madre me había enviado de regalo hace un tiempo atrás.


Iñaki y la Virgen en cualquiera de sus advocaciones, siempre me hacen recordar que me acompañan allí donde vaya, aunque en esta ocasión mi papá se sumó a la comitiva con la bendición apostólica de un papa —sin acento—, que ya lleva aureola.


Durante ese tiempo en mi ciudad, el nombre de Iñaki fue una constante en muchas de las conversaciones que mantuve con todo aquel con el que me encontraba. Hubo muchos detalles que me confirmaron de que Iñaki y los libros, son parte de mi misión en la tierra. Pero no me quiero ir por las ramas, por lo que seguiré intentando ir directamente a las Diosidencias que ahora mismo nos atañen.


Ya en el aeropuerto de Buenos Aires, dispuestas con mis amigas a comenzar a vivir unos días que presagiaban ser muy especiales, una vez más IÑK se hizo presente. Aunque existía un mínimo de posibilidades de que eso ocurriera, nos tocó embarcar por la puerta 19 y en clase Premium… algo por lo que no habíamos pagado. Pero las cosas poco probables son moneda corriente en mi vida desde que comenzara a creer, por lo que estar abierta a las sorpresas, parece que hace más fácil que las pueda percibir.


Al llegar de madrugada a Salvador de Bahia, tuvimos que hacer un largo trayecto en bus, desde el aeropuerto hasta el hotel. Nada más subir me topé con la Virgen de Fátima estampada en la mochila de otra pasajera, que parecía darnos la bienvenida o la bendición, en esta ciudad tan cálida como colorida.



¿Soy yo que encuentro a la Virgen por todos lados, o es Ella quién se hace visible de mil maneras diferentes, haciendo que sienta su compañía allí donde vaya? Otra vez se hizo cierto lo que repito muchas veces y que la realidad no me deja mentir, que es que donde está la Virgen de inmediato aparece Iñaki, o viceversa.


A pesar de que uno intente estar de buen humor, pasarla bien y disfrutar, en este caso, de unas vacaciones con amigas, los instantes de tristeza y añoranza son inevitables. Eso fue lo que me ocurrió una de esas tardes donde las nubes que veía en primera línea del mar, oscurecieron mi resquebrajado corazón.

Me había acercado hasta la orilla y unos instantes después, las lágrimas no se pudieron esconder por más tiempo. En un monólogo que surgió a borbotones sin poder reprimirlo, le dije a Iñaki que lo extrañaba demasiado, y que lo que más estaba necesitando era uno de esos fuertes abrazos que me solía dar sin que yo se los pidiera.

Como no quería que se me notara la tristeza al volver, me limpié las lágrimas y comencé a caminar por la orilla hacia la zona que pertenecía a nuestro hotel. Fue entonces cuando veo a una de mis amigas a lo lejos y me dirijo hacia ella sin desviarme del camino. Cuando ya nos encontrábamos muy cerca, se dio media vuelta hacia mí, da unos cuantos pasos y me abraza muy fuerte sin mediar ni una sola palabra. Ante tan inesperado gesto, le dije con voz temblorosa por la emoción:

—Parece mentira, pero recién le dije a Iñaki que extrañaba sus abrazos, que estaba necesitando uno de los que siempre me daba, y dos minutos más tarde vos me estás dando un abrazo parecido a los suyos…

—¿Sabes una cosa? Cuando te vi llegar, sentí la necesidad de dártelo. No me preguntes por qué, pero así lo sentí.


Andrea fue una de las primeras personas que sintió la presencia de Iñaki durante un sueño vívido, después de su fatal accidente. Experiencia que narro en el libro: «Iñaki, el ángel» en el capítulo que lleva por nombre: «Entre sueño y realidad con el ángel».

Todo sucedió mientras ella dormía en la habitación de su hijo, lugar donde él había pasado 24 horas recostado después de haber tenido un accidente en moto, antes de que se lo dijera a sus padres. Él también iba atrás y se fracturó el hueso temporal —que se encuentra en la cabeza— pero no lo supo hasta que sus padres lo llevaron al médico.

Ahora buscando el libro para transcribir de la manera más fidedigna esto que estoy contando, leí lo siguiente y el alma se me encogió sin remedio una vez más…

«De verdad, espero que esto no te moleste al contártelo, porque yo pensaba que por ahí suma, o por ahí resta. Ojalá sume y sume mucho. Amiga mía tengo ganas de darte un abrazo».

Es obvio que entonces al contarme su sueño sumó, y sumó mucho… pero lo que más me conmueve ahora mismo, es que en ese párrafo ella siente y escribe que tenía ganas de darme un abrazo, que si bien ya nos habíamos dado muchos, este tan especial estaba predestinado a que me lo diera en esa playa cuando el recuerdo de mi hijo me sacudió con tanta tristeza.


Pero esta historia no termina ahí…

Llegó el último día y tuvimos que hacer el trayecto en bus, esta vez para llegar al aeropuerto. Estaba despierta mientras casi todas dormían. En un nuevo diálogo interno con Iñaki, le pedí que en el transcurso del día me enviara una clara señal de su presencia. Las vacaciones terminaban y al llegar a España comenzaría una nueva etapa, sin ninguna meta clara a corto plazo, por lo que la incertidumbre me volvió a merodear.

Ya me encontraba sentada, esperando a que la gente terminara de embarcar, cuando pude ver que una mujer joven muy alta, bonita y voluptuosa, caminaba por el pasillo del avión acercándose a la zona donde yo me encontraba. Llevaba un ramo de rosas rojas en sus manos y estaban envueltas en un papel de celofán donde se leía la palabra AMOR. Se detuvo justo a mi lado y me pidió permiso para sentarse en la butaca ubicada al lado de la ventana. Nunca hasta ese día había visto a alguien en un avión con un ramo de flores, pero eso no fue lo que más me llamó la atención…




El detalle imposible de no ver, fue que iba vestida con chaqueta y pantalón de un mismo color: rosa chicle…

El color rosa, como ya muchos saben, es un color que en la primera etapa de mi conversión lo asociaba sin más, a la Virgen. Luego del accidente de Iñaki, también lo comencé a conectar con él por la foto en la que lleva una sudadera de ese color, y que tantas señales me fue regalando de una u otra manera a través de ella. Con las rosas, flores que nunca jamás me gustaron, ocurrió algo parecido…

Color y flor hicieron acto de presencia en un mismo momento y en un lugar muy especial.

Al rato de haberse iniciado el vuelo, ella mirando mi móvil, señala la foto que tengo como fondo de pantalla de inicio y comenta:

—¡Qué bonita imagen!

Se refería a esta fotografía, que al momento en que me la sacara mi hija Sol, extendí los brazos hacia el cielo como queriendo recibir un abrazo de Iñaki, y que se parece de algún modo a la está al inicio de este relato.

Fue muy raro que ella comentara algo sobre una foto en mi móvil, teniendo en cuenta que al menos yo no me atrevería a hacer lo mismo con el de un desconocido. Pero no me molestó, le agradecí sus palabras, y al cabo de unos minutos, sacó de su bolso un par de llaveros. Me entregó uno de ellos, y el otro se lo regaló a mi amiga Victoria que venía sentada detrás mío. Todo fue muy extraño e inesperado.



Después me di cuenta que en ese llavero con forma de velero, venía con dos mensajes que solo yo sería capaz de descifrar.

El primero fue que al día siguiente de mi conversión, viví en una tienda del pueblo donde vivíamos, una escena digna de una película. Lo que sentí entonces lo narro en el libro: «Diosidencias hacia la luz», en el capítulo «Una mirada sensible». En pocas palabras podría decir que a partir de ese día fui consciente de que los ángeles tratan de comunicarse con nosotros de las formas más impensadas que nuestra limitada mente humana pudiera llegar a imaginar. Además, en esa pequeña tienda compré entre otras cosas, un par de ángeles, un velero de latón cuyo nombre es «happy», y un corazón con dos alas.



Aquel día me gustaron y por eso me los llevé a casa, pero luego con el tiempo, fui entendiendo que todo lo vivido tuvo su razón de ser.


El segundo mensaje que siento que Iñaki me quiere transmitir es que aunque a veces sea difícil, intente encontrarle los colores a la vida, porque si soy sincera hay días en que veo la vida en monocromo… ¡como el llavero de Victoria!

Habrá que seguir navegando, ya que me ha vuelto ha quedar muy claro que Iñaki me acompaña, me guía y me custodia siempre y en cualquier lugar donde esté. Estas situaciones que viví durante los vuelos, en el cielo y cerca del nuevo hogar de Iñaki, dejó a la vista un par de alas grandes y ruidosas. Fui consciente de que todo estaba orquestado de una manera divina, cuando caigo en la cuenta de que la amiga que viajaba atrás mío —como quien custodia mis espaldas—, era Victoria. Ella es especial, una buscadora de herramientas para tratar de estar mejor, y como yo, vivió un gran cambio en su vida que hizo que su pequeño mundo quedara patas arriba. Victoria es parte también del último libro: «Iñaki, una luz en la oscuridad» y su testimonio esta relacionado con un colibrí…

Muchas son las leyendas sobre esta hermosa ave, pero la más popular es aquella que dice que los colibríes nos quieren hacer saber que nuestros seres queridos que se adelantaron en la partida están bien. No tengo ninguna duda de que mi hijo lo está, y así me lo quiere hacer saber de mil maneras diferentes.

Una última curiosidad… Victoria, al igual que Iñaki, nació un mismo día: el 19 de septiembre. Nada que agregar. ¡Todo conecta!


Feliz cumple hijo, gracias por lo que nos diste en vida y gracias por seguir haciendo que de tu vida eterna un regalo para muchos de nosotros.


¡Feliz cumple Vicky para vos también!


PD: Termino aquí dejándoles un video de este viernes, cuando volaba a Oviedo a una boda. Pudimos despegar tras 45 minutos de retraso por un problema en el motor y en medio de una tormenta eléctrica. A ver si agudizando la vista pueden observar en el ala, también arriba y a la derecha, lo mismo que percibo yo… ¡ un corazón y dos veleros!




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